En tiempos de coronavirus se encontró algo jamás pensado, que te cobren por conciertos online de peor calidad que los que se encuentran en YouTube y plataformas similares. Es extraño tener que comprar un boleto y no sentir la efervescencia real que un recital entrega. Se hace inusual tener que corear una canción por medio de una pantalla. La industria musical se está quemando las pestañas para convencer a una masa lejana a los eventos digitales.

Si bien es cierto artistas como Siddhartha, Divisón Minúscula, Pedro Aznar y We Are The Grand han optado por probar el plan streaming, la fórmula no convence. Por eso existe la otra cara de la moneda. El Panteón Rococó, por ejemplo, ha dicho que no se le pasa por la cabeza hacer un show así. Otros, como José Madero, han decidido agarrar la guitarra, cantar su discografía completa e, incluso, brindar un espectáculo de alto nivel para los fanáticos, pero con una gran diferencia: no cobrar un solo peso.

La industria de la música ha tratado de sensibilizar a la masa con el discurso que debemos ayudar a todos aquellos que más sufren con el parate de los espectáculos, como los técnicos. Los artistas por su parte han sacado chispas en sus cabezas para encontrar formas de seducir a la gente, siendo una de las más repetidas un sufragio para que los espectadores voten por sus canciones favoritas. Las predilectas son las cantadas en el recital.

También se ha hecho un llamado a la solidaridad: los fondos del recital irán en directo beneficio de una fundación o enfermos por el coronavirus. Incluso se han organizado instancias en que la gente pueda interactuar con sus ídolos antes o después de los eventos. Pero nada es suficiente. Los espectadores, con toda la razón del mundo, se rehúsan a despilfarrar dinero en un streaming.

El formato por más novedades que presente termina siendo desgraciado. La experiencia con el vivo no se puede comparar. A eso hay que sumarle que en internet hay infinitos conciertos, de los mismos artistas, gratis y de calidad extrema. Para remate las productoras que cobran por el evento online terminan subiendo al día siguiente el material a sus redes. Se hace hasta ridículo pagar.

Pareciera ser que el camino, aunque poco lucrativo, es brindar recitales online gratis. Apostar acercarse al público en la distancia sin querer nada a cambio. Los tiempos no están para sacar provecho y, mucho menos, con un modesto streaming.

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